martes, 29 de noviembre de 2011

Hay una belleza que va más allá, que trasciende,
que no depende de cómo sea vista por la mirada que la invade.
Es como una aurora boreal puesta en los ojos,
sin palabras exactas para describirla,
mucho menos para explicarla.

Hay una belleza que motiva, que llena,
que alimenta los deseos con el simple hecho de existir,
que no necesita maquillaje o vestirse a la moda para brillar,
para existir en un mundo que con injuria la limita a unas medidas,
la reduce a unos colores.

Hay una belleza que no cabe en su definición,
que acaba con cualquier vacío,
que espanta las sombras de las madrugadas al pensarla,
que abraza a distancia envolviendo de calor los sueños,
las ilusiones, las realidades.

Hay una belleza, tu belleza… que como ésta carta,
no tiene una lógica que fundamente los sentimientos
que nacen a partir de no un momento determinado,
ni de una acción recíproca o no, tampoco de un contexto
que obliga caminos a seguir.

Hay una belleza, tu belleza… que explica con lujo de detalles
las cualidades de ésta intención de estar cerca,
de incluirte un vago pensamiento con mí nombre;
esa belleza por la que me animo a meter las manos al fuego,
porque sé que existe, que está allí, que tiene miedo quizá,
que no comprende un amor que no se llama amor, sino que es amor,
vive de amor, existe por amor.

Hay una belleza, tu belleza…
que cuando estás frente a mí,
borra cualquier segundo pasado
en el que como todos los humanos,
se cometen errores;
esa belleza que no puede ser juzgada,
porque no hay cómo un argumento pueda intimidarla.

Hay una belleza que tal vez algunos cuantos más también perciben
y como yo, alimentan de ella sus sueños, sus deseos,
sus ganas de llamar tu atención; una belleza que dice tu identidad,
que grita a diestra y siniestra tu verdad, usando tu estilo,
tu nombre, tu sonrisa, tu espíritu.

Hay una belleza, tu belleza… que esboza con tu distancia y tu silencio
el por qué de este instante que te pienso, aquel otro momento que te escribo,
aquel tiempo que te espero para decirte un abrazo,
para pintarte un beso, para dibujarte un te quiero inmedible,
para regalarte la parte de mí que te pertenece.

Le puse ojos al sol
para alumbrarme una idea,
para poder verme
recostado en la vida
contando estrellas diurnas,
para iluminarme caminos
que construyen realidades
tan parecidas a un sueño.

También seduje a la luna
para apedrear soledades
que me acechan las horas,
para tenerla a mi lado
como aleada en el tiempo,
para escribir un poema
que pueda redimir el alma
y me haga vivir un sueño.

Me hago uno con los astros
entre pensamientos sugestivos
y la eterna duda mojigata
del sí, del no, del tal vez;
uno sólo con ellos
para abrazar el mundo entero,
para ser el mundo entero,
para ser realidad hecha un sueño.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Siempre te he buscado la mirada
para que me digas tu interior
y me declares sin temor alguno
todo lo que tu voz dice a medias.

Me he perdido en tus ojos oscuros,
fijos, clavados en mi apariencia
como afiladas navajas de acero
torturando la aventura del quizá
con el que quiero abrazarte.

Es la combinación de tus ojos
con tu mirada, con la forma en que ves,
con ese misticismo que brota de ti,
la llamada que atiende mi alma.

Es como ver a través de un cristal,
como verte la línea del tiempo,
como verte desnuda en el viento;
tu mirada me abre tus puertas
para verte sin nada más que tú.
Apareces en cada palabra que leo,
te leo como el sujeto de la oración
aunque el predicado no te acerca,
estás metida en las frases
de todos los poemas del mundo.

Te leo en la canción de la radio,
en la receta para la cena de esta noche,
en el anuncio de jeans de la tele,
en el panfleto del supermercado;
estas en cada letra que leo.

Tu nombre resulta de cada palabra,
como el anagrama de tu cuerpo.
Tu nombre en cada concepto
es la sintaxis de los latidos
que al leerte me provocas.

Puedo leerte en cada imagen,
en cada color, en cada pasillo,
en cada nube, en cada estrella;
puedo leer tu silueta desnuda
en cada suspiro de mi pecho.

Apareces en sonrisas ajenas,
en los pasos de otros,
en la apariencia de la vecina;
apareces, siempre apareces,
te veo, en todo te leo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Somos ciegos al vernos,
como murciélagos sordos
librando cavernas de esponja,
sólo nos vemos reflejos ilusorios,
sólo somos reflejo de algo.

Somos mudos al hablarnos,
como el eco de un grito afónico
plantado a la mitad del desierto,
nos escuchamos quizá el silencio
intentando describir quienes somos.

martes, 22 de noviembre de 2011

No me alcanza la vista,
ciega, sin luz, estéril,
para verme sin ayer
sin antes, sin pasado.

No me alcanza la vista,
extraña, sin luz, impropia,
para verme con un mañana,
con un después, con un futuro.

No me alcanza la vista
sin deseos, sin fe, sin esperanza,
para verme justo acá, hoy,
sin miedo, sin temor, sin duda.

No me alcanza la vista
tan sólo para verme un poco más
y conocer mi nombre entero
detrás de como suelen llamarme.

No me alcanza la vista,
sin voz, sin aliento, sin aire,
para trascenderme el espíritu
dejando de ser, siendo, existiendo.

No me alcanza la vista,
no me alcanzan los sueños,
no me alcanza un suspiro,
no me alcanzan éstas líneas.

No me alcanza la vista
sin dejar de lado el tiempo
para olvidarme de quien soy
y llegar a ser realmente yo.
No hay problema si estás allá,
si estás tan lejos de éste verso
que el eco regrese sin tus oídos,
que el viento vuelva sin tu atención.

Es que sólo hay distancia en decibeles
que pueden esperar tu escucha
escritos sobre las blancas nubes
del cielo que vive sólo por ti.

Es que son sólo palabras
que suenan también en diferido,
por cable o letra cursiva,
palabas que dicen y vuelven a decir.

No hay problema si tardas en responder,
el silencio dice mucho por escrito;
en mayúsculas o minúsculas,
subrayado o resaltado con suspiros.

Es sólo el tiempo tomando aliento
para declarar verdades escondidas
en los rincones de tu esquiva,
para decir todo sin herir.

Es sólo sentimiento ignoto
destilando gotas de esperanza
en el cielo que vive por ti
y por tu silenciosa voz hablando.
Replegado a una diferencia estancada,
me convierto en un observador más.
Ciego de tanto ver,
sordo de tanto escuchar,
mudo de tanto hablar,
muerto de tanto vivir
esto que alguien se animó a llamar:
VIDA.

Señas que no se ven,
gritos que no se escuchan,
golpes que no se sienten
son la impotencia de las manos
en mis bolsillos.
Esta multitud de ideas explosivas
acumuladas en mi mente
debaten entre el sí o el no
de un tal vez.

Imponentes reproches
son la aplanadora de mi alma,
mi existencia quiere brillar
pero mi realidad la detiene.
Mis palabras son acción y movimiento
que no salen del papel.

Por un lado la vida
que todos conocen,
por el otro, la vida
que todos viven,
¿para dónde está la vida
que anhela mi ser?
Absurda avaricia de pruebas,
para demostrar la falsedad
de una verdad que pregona
mentiras.
Irónico sindicato emocional,
mengua cauteloso en secreto
los movimientos del pensamiento;
con esmero veda
la hemorragia de sentimientos,
resguarda celoso la esencia fértil
de la mística conducta humana.
Gritos de alegría,
murmullos de rabia,
palabras de esperanza,
risas de agonía.
Todo colapsa ante las murallas
del enemigo en que se convierte
la vida cuando se deja a la mente
tomar rienda de la carroza de existencia.

lunes, 21 de noviembre de 2011

El corazón no me late
porque lo diga mi mente,
no son sus palabras
las que inducen el pulso,
tampoco sus ideas,
ni las imágenes que inventa.

Eres tú disfrazada de pensamiento
quien provoca implosiones en mí,
la que tiene la fuerza para moverme;
como combustible en las venas
para impulsar más que latidos,
más que el pulso de mis pasos.

El corazón no me late
porque sea costumbre obligada,
ni por tradición ancestral,
no son esos motivos suficientes
para darle tempo al pecho,
tampoco para darle aliento.

Eres tú, tu espíritu soñador,
tus ganas, tus deseos, tus anhelos.
Eres tú como nadie más,
quien da razón al tic tac
que late fuerte en mi pecho,
quien inspira cada amanecer.
Mismo sol, mismo cielo,
y los sitios variando despacio
de forma o aspecto
pero son a la vez, lo mismo.

Un día antes, uno después:
antes para ese beso indescriptible
que dejó marcada toda el alma,
inamovible durante los tiempos;
ni Sol, ni agua, ni tú, ni yo
con la fuerza para olvidarlo.
Después, como el mañana soñado,
el infinito puesto en la mirada,
el cielo en cada abrazo, cada caricia,
nada más que todo vibrando en el pecho;
tú, yo, las estrellas, el universo,
principio y final, nosotros.

Un día cualquiera, al azar.
definitivo para sabernos
más que saludos y deseos.
Justo el destino marcado
en el calendario que nos conoce,
que nos dibuja, que nos inventa,
que nos acoge en su regazo
para darnos luz, darnos vida.

Mismo Sol año con año,
mismo cielo día con día,
los mismo sitios
cada madrugada,
cada puesta de sol.
Los mismos, tú, yo,
yo, tú, noviembre diez.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Siento cómo te dibujas en mi pecho
con esa sonrisa clara y radiante
con la que recitas vida al cielo,
siento tu mirada fija y directa
atravesando el universo entero
para depositar alegría en el cielo.

Siento cómo estás en mis manos
con el calor de tu alma
intentando rodearme el cuerpo
y sostener pasión al aire
para vivir entre los dos
más vida que todo el tiempo.

Siento cómo eres en la piel,
como esa nota al pié de página
que anuncia tu presencia, tu verdad;
siento cómo eres en los labios,
inherente al deseo de una noche
arropado con la desnudez de tu voz.

Siento cómo apareces y desapareces
entre silencios por escrito,
de la mano de palabras insonoras,
como quien fuera un fantasma
transitando callejones del corazón;
siento... te siento dentro de mí.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

De repente es que eres,
como destello en el cielo,
así de sencilla como luz
y el todo del átomo.

Tu sonrisa de sol y luna
dibuja marcas en mi retina
que veo incluso a ojos cerrados
y el calor invade hasta mis dedos.

De repente es que eres,
espontánea caminando tus pasos,
así, con más libertad y fuerza
que el propio viento de noviembre.

Tienes aroma a vida en el cabello
para llenar el vacío y el infinito;
aroma mezcla de tiempo y espacio
con el que hechizas mis pensamientos.

Tú, como las horas del reloj,
como los meses del calendario,
como los versos de éste poema,
eres eterna y fija en mi alma.

Tú, arrecife de los mares,
supernova de cada galaxia,
aurora perfecta de días y días,
eres musa de la misma existencia.

lunes, 7 de noviembre de 2011

En tus labios encontré tanto,
no fue nada más un beso;
fue la convergencia exacta
de la respiración del mundo,
la vida misma en sus pliegues,
la verdad del cielo justo allí.

En tus labios es perfecto el tiempo,
se conjugan los latidos del alma
como un todo completamente perfecto,
no queda espacio para nada más
que la sinceridad de tu calor
consumiendo mi aliento de a poco.

En tus labios pierdo el pulso
mientras me llevas a la cima
con sólo la esencia de tu aroma;
no encuentro aire, más que el tuyo.
Son como el reflejo del paraíso
acomodado en el desliz de tu sonrisa.

En tus labios hay tanto,
no sólo un beso, no sólo vida,
anhelo, luz, pasión, energía,
no sólo textura, aliento, miel;
hay amor, hay universo, deseo,
hay más, mucho más; estás tú.

jueves, 3 de noviembre de 2011

De usted la vi por primera vez,
entre tardes y noches de espera,
entre siluetas a lo lejos
y algún saludo a distancia.

De usted le hablé aquella tarde
cuando un tartamudeo se me juntó
con los pasos a medias y sudor de manos,
un escueto saludo y la mirada sonrojada.

De usted fue que nos conocimos,
de usted fue que nos llamamos,
así, de usted empezaron los momentos,
de usted aprendimos nuestros nombres.

De usted quisimos empezarnos,
de usted hicimos nuestras tardes,
así fue, de usted fue el inicio,
de usted quisimos acercarnos.

Sobre montañas y sobre abismos
le escribí las primeras notas,
entre gritos enmudecidos le pedí
acompañarme con esta canción.

Una carta sin palabras le di
para narrar con la melodía
una historia singular y sin parecido,
una historia que es sólo suya y mía.

De usted fue el primer beso,
de usted iluminamos esa noche,
así, de usted nos tomamos la mano,
de usted comenzamos el camino.

De usted nos compartimos abrazos,
de usted fueron nuestras las caricias,
así fue, de usted mezclamos mundos,
de usted intercambiamos sentimientos.

De usted nos enamoramos,
entre sonrisas exploradoras,
entre suspiros insinuantes
y algún pícaro movimiento.

De usted llegamos a amarnos
cuando nos dejamos sentir el viento,
con los brazos y corazón abiertos;
fue así, de usted y usted amamos.
Si eres tú, si soy yo,
dos como uno nada más.
Si eres tú,
somos pasajeros de una nube
llena de sonidos brillantes,
somos como agua, como tierra,
siempre eternos.
Si soy yo,
somos como fuego de luz
radiante y directa,
somos miembros activos
del carnaval del cielo.

Somos tú, somos yo,
amalgama de sonrisas
que enamoran, de abrazos
que dan vida, de sueños
inmortales.
Somos tú, como nadie,
como sólo tú y yo.
Somos yo, como nadie,
como sólo tú y yo.
Somos tú, somos yo,
secuencia infinita
como e, como pi.

Si fueras yo, si fuera tú,
siempre dos como uno.
Si fueras yo,
seríamos diferencia y sol,
uno Fe del otro,
otro paz de uno.
Si fuera tú,
seríamos armonía y luna,
milagros en los poros,
esperanza por las venas.
Si fueras yo, si fuera tú,
seríamos memoria, realidad y todo.

Fuimos tú, fuimos yo,
relámpagos en los ojos,
arcoíris como brazos,
ingredientes secretos
de nuestra receta perfecta.
Fuimos tú, como nadie,
como sólo tú y yo.
Fuimos yo, como nadie,
como sólo tú y yo.
Fuimos tú, fuimos yo,
soneto escrito en prosa,
libres como tú y como yo.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Silencio que no te callas,
silencio que no te quiebras
ni por escrito.

Silencio que me acompañas
incluso en los gritos
de mis pasos.

Silencio de media noche,
silencio del día entero,
aquí y allá me hablas.

Silencio, autónimo del viento
que me juega las ideas
enredadas en mis ojos.

Silencio que me persigues,
silencio que me acechas
todas las palabras.

Silencio que me amas
y abrazas los suspiros
en el frío de la noche.

Silencio, silencio, silencio...
amigo del alma, compañero,
casi eterno a mi lado.

Silencio que me atropellas
y huyes sin valor
para romperte en mis oídos.

Silencio que te has vuelto uno,
uno conmigo, uno sin mí,
mientras espero que te calles.

Silencio que no eres mío,
que eres de alguien más,
dime algo y vete ya.
Sensato inicio el del idiota
que sólo te piensa,
muerte, soledad,
que apareces sin más anuncio
que tu fuerza
entregando la delicadeza
y frialdad de tus caricias.
Dichoso idiota el que te domina,
muerte, soledad,
que te adueñas de cada suspiro
y eres ánima en busca de abrazo.
Muerte, soledad,
instructora de amor y fidelidad,
dadora de palabras verdaderas,
acércate a mí para vivir.

Dame no sólo palabras,
ni amor y fidelidad;
dame tu vida entera
para hacerla únicamente mía.
Dame las alas de tus víctimas
para volar yo más alto que tú
y me olvide de esperarte
cada minuto de mis huesos.
Que el tiempo sea sólo tiempo
y los recuerdos, recuerdos,
para no ser tú en vida
o seguir siendo tú, muerto.
Muerte, soledad,
que te pienso real
queriendo ser el idiota aquel.