martes, 22 de noviembre de 2011

Replegado a una diferencia estancada,
me convierto en un observador más.
Ciego de tanto ver,
sordo de tanto escuchar,
mudo de tanto hablar,
muerto de tanto vivir
esto que alguien se animó a llamar:
VIDA.

Señas que no se ven,
gritos que no se escuchan,
golpes que no se sienten
son la impotencia de las manos
en mis bolsillos.
Esta multitud de ideas explosivas
acumuladas en mi mente
debaten entre el sí o el no
de un tal vez.

Imponentes reproches
son la aplanadora de mi alma,
mi existencia quiere brillar
pero mi realidad la detiene.
Mis palabras son acción y movimiento
que no salen del papel.

Por un lado la vida
que todos conocen,
por el otro, la vida
que todos viven,
¿para dónde está la vida
que anhela mi ser?

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