viernes, 3 de diciembre de 2010

En donde debo iniciar una apología,
se interpone un enérgico reclamo;
en donde debo iniciar un galardón,
solo queda una duda endeudada con nadie.

Quisiera tener palabras de más,
explicaciones que estén de sobra,
simples enunciados que digan algo,
para acabar la incertidumbre del silencio.

Es que quiero decir precisamente eso,
eso que llevo dentro desde el aquel momento,
que ha estado siempre entre nosotros,
pero nunca aprendí a decirlo completo.

Serán tal vez, tres o dos palabras,
que resuman la eternidad a un parpadeo,
quizá sea un testamento con miles de letras,
que mientras más sean, menos digan.

Tres o dos momentos invisibles
intentando también decirlo claro,
justo como es, así de ilógico,
con la cantidad suficiente de error.

Tres o dos ideas perdidas en lucidez,
organizadas de ida, de vuela e ida otra vez,
plantando en cada paso abrazos subjetivos,
abrazos con suficiente intención de verdad.

En donde debo iniciar un reclamo,
solo evado el momento y cierro los ojos;
en donde no hay más que duda,
solo omito respuestas y abro el corazón.