Sentado a la mesa, rodeado de recuerdos, vuelo, vivo, siento y espero tu regreso.
Hoy un trago, mañana un dolor de cabeza y tu abrazando la melancolía.
La música repite que de sobra sabes que eres la primera, una foto en blanco y negro como el corazón sin el color de tu sonrisa y al fondo el piano nostálgico intentando darte un abrazo para que jamás te sientas sola.
Me lo digo todos los días, lo repito una, dos, mil veces y aunque lo se, no creo saberlo.
Lo invento todos los días, lo veo de arriba, abajo, cerca, lejos y aunque lo logre, no creo lograrlo.
Lo escondo todos los días, lo pongo aquí, allá, en todos lados y aunque lo haga, no creo hacerlo.
Lo destruyo todos los días, lo elimino, lo borro, lo desecho y aunque desaparezca, creo que se convierte en culpa.
Me dejaste un temblor en las manos, un incesante latido en el pecho, una emoción clavada en el alma y una sonrisa estampada en la cara.
Una confusión con la fuerza del Imperio Romano, una lágrima que ya no existe, un motivo para encontrar el tesoro de la Atlántida, un tatuaje en el corazón.
Me dejaste esperando que el sol se apague, me dejaste por un miedo mas grande que el mío, me dejaste una luz en tinieblas para ver nada mas el pasado.
Un tiempo tan corto para crear el universo y tan largo para esperar tu abrazo, una historia que en vez de acabar vuelve a empezar.
Me dejaste, pero no te fuiste.
