miércoles, 17 de agosto de 2011

Sin embargo,
el óxido de las palabras
provoca pensamientos alusivos,
condecora recuerdos, a saber de ambos,
parte del tiempo absurdo
que ahorca los días.

Es como poner la soga al cuello,
para asfixiar cualquier aventurada plegaria
a un cielo conveniente;
sin embargo
sigue en pie el mismo discurso.

A fuerza de costumbre,
es la distancia perfecta religión
para separar un mundo,
tan igual y opuesto, que de lejos,
es el mismo; que cerca,
es el mismo.

Sin embargo,
poco a poco, se petrifican memorias,
tatuadas de sentencias inequívocas,
perpetuadas con la sangre podrida de palpitar,
como el mismo óxido que brota de las palabras.

Es como tirar del gatillo
para acabar lo que ajenos llaman dolor
y hacer de ese momento,
monumento meritorio de gloria;
sin embargo,
resulta nadie y nada
lo que fuera de la luz del alma existe.

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