lunes, 29 de agosto de 2011

Está ese algo
que debe ser dicho,
escondido entre un latido
y otro.

Ese algo que tiene vida,
enciende hogueras de ideas,
empuja con desmesura,
incluso, los latidos por venir.

Está, allí está ese algo,
confundido entre palabras,
ganas y silencio,
enredado con latidos pasados.

Ese algo que tal vez muere,
pero vive constante
atravesado en las entrañas
de cada latido.

Está ese algo
que exige la expulsión
total del pecho
para ser latido de nuevo.

Ese algo monótono,
resultado del abrazo ausente,
consume más que tiempo
y separa un latido del siguiente

Está, allí está ese algo
que es alguien ya sin nombre,
pero es nombrado
una y otra vez por cada latido.

Ese algo,
ladrón de horas,
dueño de años,
cada latido del alma.

Está ese algo
de silueta afrodisíaca
que llena día y noche de sudor
los latidos que es.

Ese algo perpetuo,
inamovible;
ese algo que debe salir
para quedarse.

Está, allí está ese algo...

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