Conté las horas desde el inicio del día
esperando por el momento justo,
dándole alas al abrazo que invento
entre cada movimiento de mis brazos
que intentan llegar a tu cuerpo.
Soñé con el momento para estar junto a ti,
solos, en silencio, estáticos,
con el corazón palpitando a mil,
sin saber la distancia y la fuerza
para mantener la cordura.
Esos minutos se alargaron como el día
mientras redactaba una caricia de tinta;
esas horas fueron segundos
mientras consumía el lápiz
para entregarte un beso hecho palabras.
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