viernes, 6 de mayo de 2011

¿Por qué no debería ser
cada día que te aleja
un motivo para llorarte?
Si la mañana trae esperanza
suficiente para esperar
la tarde;
si la tarde, antes de ser noche,
promete que al inicio
de la siguiente madrugada,
tendré las palabras
que rozan mi nombre
conjugado con el tuyo.

Entiendo una caricia de tus manos,
que me consuela;
recorriendo desde mis ojos
cada fibra que necesita tu toque,
rozando la vida.
Entiendo cada lágrima
como tu voz que se calla
pero dice mucho en silencio;
sin gestos, sin bulla,
de lejos, aun lo haces.
Hacer del llanto una caricia.

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