miércoles, 23 de marzo de 2011

Soy una lágrima del cielo,
rociado por el verde valle de la vida,
depositado en los ojos brillantes del mundo,
lleno de vida, de luz, de fe y esperanza.
Aglomerado en los rincones del alma,
pinto de agua y brillo mis pasos,
de armonía y melodía envuelvo anhelos.

Soy una cálida brisa del norte,
acomodado en la ventana de tu mirada
para quitarte un segundo de aliento
y transformarlo en horas de caricias,
describiendo tu silueta en el cristal,
reflejando el brillo de tus labios,
capturando tu imagen en mi mente.

Soy ese algo que no se puede tocar,
ese algo que no puede sentirse,
pero vive, respira, se mueve.
Aunque sea un intento de fuga,
puede verse, recostado en utopías;
utopías tan posibles, tan reales
como poner una estrella en tus ojos.

Soy tú, en un universo distante,
son tus pasos los que camino
en busca del puente que acorte distancias,
que borre los puntos y aparte
dejando que se disuelvan en un suspiro,
permitiendo cruzarlo a ojos cerrados
viendo únicamente con el alma desnuda.

Soy un adiós moribundo
aferrado a la idea de quedarse,
no en un mundo distinto,
sino en lo vitrales de la vida,
en donde no es despedida,
en donde es bienvenida,
justo allí, donde sigo siendo yo.

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