Quedamos a merced del amanecer
que nos espera tras bajar del cielo
en el que convertimos la cama anoche;
ese cielo infinito, de caricias,
de sueños, de deseos compartidos.
Llenamos de sabor mutuo nuestros labios,
en cada beso creamos universos;
siendo nada más dos almas ingenuas
que se supieron en una sola noche
los secretos ocultos detrás del silencio.
Fueron vaivenes para memorizarlos
y en algún relato futuro,
afirmar ser dueños del cielo;
cielo tuyo y mío, mío y tuyo,
cielo infinito de tu cuerpo y el mío.
Somos víctimas del amanecer
que nos espera de brazos abiertos
para abrigarnos siendo uno aun
e iluminarnos la vista con destellos
de un sol también cómplice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario