domingo, 31 de julio de 2011

Ya no se hablar de tiempo;
han pasado tantos momentos
y ¿para qué?,
tantas pláticas de nadie a nadie
y ¿para qué?

Necesario, de más, quizá haga falta,
para tan sólo llegar a tener idea
de cuán fuerte e inútil ha sido
esta embolia de pensamientos;
para tener noción alguna
de la débil y siempre útil esperanza
que ha estado sin condición.

Desde el día exacto
han pasado más años que segundos
y los minutos son mayores que los meses;
desde el día exacto
ha sido un instante eterno,
suficiente para saber el dato justo,
pero también para perderse en la cuenta
que pretende hacerse límite.

¿Para qué el idilio?
¿para qué la locura pensativa
de noche tras noche?
¿para qué la enferma espera
de amaneceres acompañados?
¿para qué nada?
¿para qué todo?

Ya no se hablar de tiempo,
pero su reclamo insiste,
confina los latidos uno a uno
para que el aliento no diga
el escueto y moribundo Te Amo
que vive aún en el centro del alma.

Suelen ser recuerdos
quienes dan vida al hubiera,
mientras ilusiones
consignan el puede ser,
pero ¿para qué?.

A veces acciones muertas,
otras palabras mudas
y de repente imágenes fratricidas,
las que carcomen el ego,
hunden a cañonazos la confianza,
exterminan con veneno la Fe,
sólo para satisfacer necesidades
innecesarias.

¿Para qué preguntar?
¿para qué saber del final
que empezó ese día?
¿para qué preguntar
respuestas que me deben?
¿para qué inicio?
¿para qué final?

Ya no puedo hablar de tiempo,
si es sólo distancia,
es sólo excusa, sólo pretexto.

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