domingo, 5 de junio de 2011

Ya no sé si me llueven reclamos,
caricias o culpas de los ojos;
o, son sólo la sal y el óxido
de las madrugadas acumuladas en la almohada.

No sé, la verdad, no lo sé...
si lloro nuestros recuerdos, sólo los tuyos
o solo los míos;
si son lágrimas por ti o tu ausencia,
no sé si son por tu egoísmo o mi estupidez,
simplemente no lo sé.

Ya no está en mi cuerpo, ni en mi mente,
tampoco creo que esté en alguno de tus recovecos.
No nace del repudio y el odio
que el tiempo, las terceras voces y la soledad
han traído;
No nace del amor y el respeto
que se apodera de mi conciencia
cuando te veo sin que estés en cualquier sitio.

Quizá sea cuestión de orgullo
apedrear con lágrimas tu fotografía
y luego juntar los pedazos lapidados
para acariciarte con un suspiro;
tal vez sea cuestión de honor
llorar el vacío interior
para hacerlo el compañero ideal.

Ya no hay cuenta que alcance,
un registro que sea testigo,
no hay número justo
para saber cuánto lloro;
una cifra tan pequeña no existe,
tampoco es tan grande
y sigo sin saber por qué lo hago
o por quién debo detenerme o seguir.

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