viernes, 27 de mayo de 2011

No hay diferencia de cuando te amé la primera noche
a esta tarde que solo te pienso,
distante, entre kilómetros y palabras.

Ahora queda confesarte
que no estás sólo en mi mente,
sino inventada junto a mí,
brindando, con agua en las rocas:
por el silencio, la distancia y los abrazos.

Estás, aunque me permito no verte
y sólo escucharte la charla con nadie;
luego verte a los ojos
y omitir tu voz repicando en mis manos.

Lo siento si me escuchas la memoria
cuando dice tus ropas desapareciendo;
aquella vez de occidente
que nos vimos las ideas,
nos besamos las caricias,
esa vez que nos vestimos de sudor inocente
y lo lavamos con agua apasionada.

Te confieso también
que hoy te robe palabras
para ponerlas en mi boca,
tomé tu abrazo sin pedirlo
y el beso de tus labios
lo rapté para devolverlo en blanco y negro.

No hay diferencia de esta tarde que te amo
a esa noche que pude sentirte,
presente, entre tu piel y la mía.

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