sábado, 5 de marzo de 2011

Muros invisibles por vencer
son camino de promesas;
jóvenes enmascarados
vestidos de inocencia
frente al dueño de su esfuerzo
acarician el futuro que les ofrecen.

Letras en negrilla
predican nombres galardonados,
estampan la idea del que supone
ser la cualidad que amerita salario,
posición, nombramiento;
letras estilizadas
que llenan papel membretado
para dar fe de calidad,
para ser el balance estadístico
del potencial devaluado.

Convertidos en dato, en planilla,
corren apurados para alcanzar
el éxito;
no detienen sus pasos
aunque atrás quede la libertad
con la que buscaron "ser alguien"
y esa gana de triunfar
no sea más que rutina necesaria.

Crecimiento y desarrollo
capaz de detener el mundo
y todo lo que a su paso se encuentre,
es solo carnada,
es la cadena perpetua
con la que muere el joven
que hoy busca existir.

Mañana no hay nada
hasta que se llene cuando
termina hoy.
Muros que no existen
ahora y cuando lleguen
no habrá título
que acabe con ellos,
porque no se vencen
con papel o contrato,
tampoco ignorándolos
o enfrentándolos,
sino viviendo la vida
que ellos intentan comprar.

No hay permiso o aprobación
que cumplir,
no hay requisito ni estándar
que llenar;
hay vida para vivir,
hay amor para dar,
odio para perdonar
y solo uno mismo
para responder.

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