miércoles, 19 de enero de 2011

Se hace difícil coincidir
con un pensamiento presente
que intenta resarcir el pasado
dando cuentas al vacío futuro.

Escalar un día a día consciente,
fundar un mañana prominente,
evadir un ayer dictador,
todo en la misma hoja sucia.

Solo queda una incomprendida facilidad
en los labios, para decir
lo que viene es bueno, lo que pasó queda atrás
ahora que se inventa un discurso moral.

Cuestión de tiempo para una revolución
sin revolucionarios cuerdos, sanos;
para ese cambio utópico, quizá inexistente,
de un estado muerto a uno que viva.

Pecadora sentencia fatalista
que ahoga la ingenua esperanza de algunos,
pero alimenta el deseo de aquellos
que buscan la diferencia en completo silencio.

Sin alardes publicitarios quieren,
piden, inventan una sucinta razón
para dar rienda suelta al deseo
incontrolable de vivir una vida.

Tal vez deban callar esos gritos
que libran la guerra de argumentos
para que sea el silencio de pocos
el paso necesario para volver a nacer.

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