jueves, 14 de abril de 2011

Cientos de palabras colgadas
junto a la toalla húmeda,
ondeando cual bandera de luto
en pleno carnaval de recuerdos.
Palabras que no me hacen culpable,
tampoco inocente.

Solo giran sobre si
en el remolino del retrete,
mientras las primeras se van,
las siguientes se despiden
y las últimas se aferran
a la idea de quedarse.

Son las excusas propuestas,
las deseadas,
las que dirán,
tal vez a jalones,
una y otra vez algo que no soy;
las que me piden a cada paso.

Palabras que se encargan de ruar,
llamando atenciones subjetivas,
cotidianas, comunes;
en tanto mi inconsciente
que gime sollozando quien soy
lo olvida el olvido.

Van y vienen gimoteos de mi nombre,
buscando eso que la vista
nunca percibe,
lo que el oído ni atento
alcanza a escuchar;
vagidos que merecen toda atención.

Son mi carta de presentación,
mi única forma de vivir,
ser lo que hago
y hacer lo que soy;
son el silencio que digo
pero ni gritando se me escucha.

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